IRAN (Segunda parte)
Tras despedirnos de Ibrah y su familia, nos dirigimos hacia la costa del Mar Caspio. Se nos hace de noche en la carretera. Salimos tarde y nos entretuvimos por el camino comiendo con un amigo de un amigo de Mosh en Ardabil y viendo un palacio UN World Heritage. Como la hospitalidad Iraní es como es, cuando estábamos a punto de salir del palacio, llega una de las supervisoras y nos invita a té. Pa bajo pa la alfombra y a departir.
A la salida del palacio la amigabilidad Iraní me vuelve a “pasar factura” en contra de los planes y sobre todo del evitar conducir de noche. Cuando estoy montado en la moto a punto de salir, un padre me pide amablemente si me puede hacer una foto con su hijo montado en mi moto. Por supuesto que sí, cojo al hijo y le acomodo entre mi puesto y el depósito. El resto lo podéis imaginar… tras 15 minutos haciéndome fotos con todos los niños y padres que pasaban por la zona, logramos salir.
Si conducir en Irán es peligroso, de noche, en moto, es una situación que podría ser considerada suicida. El irání busca el hueco, adelantar a una moto grande mola, se adelanta indistintamente por la izquierda y por la derecha, los perros muertos por las cunetas son de 30 kg para arriba y para aminorar la velocidad en ciertos sitios de las carreteras, ponen bacheados sin aviso previo.
Juro y perjuro dentro del casco. Pero como soy tan gilipollas. Esto no me vuelve a pasar. Pues no, después me pasaría en Turkmenistan, asumiendo el mismo riesgo o mayor, pero no por falta de planificación, sino porque me interrogaron 2 veces en la frontera Iraní, los trámites de entrada a Turkmenistan son como los del acceso a un silo de misiles intercontinentales en USA, y finalmente me perdí en el desierto.
Le digo a Mosh que tenemos que reducir la jornada, que no voy a conducir 350 kms más jugando a los marcianitos con los ojos cerrados. Me dice que una amiga suya vive cerca con su madre. No quiero importunarlas, le digo, podemos reservar un hotel. Ella me insiste, no problem, ya he llamado….
La entrada en casa de Maryam y su madre es como la entrada en otra dimensión. Es noche cerrada. Acabo de ser parado por la policía. Es agosto en Irán, los campos están secos… Gilan, la provincia donde viven, es montañosa, llena de arrozales. La finca se compone de un salvaje jardín y 2 sencillas cabañas de madera. Los recuerdos, las fotos, los cuadros, ellas, le dan un ambiente acogedor que llevo tiempo sin sentir. Un hogar.
La cena está preparada. Hay Koresh –Un delicioso estofado típico iraní susceptible de ser preparado de varias maneras – y arroz en la mesa. Madre e hija tienen el pelo muy corto, se parecen. Maryam es una mujer polifacética. Es fotógrafa, ha grabado cortos. La madre, de unos 70 años, habla bien inglés. Le pregunto que donde lo aprendió. Me contesta con aparente desgana pero con amabilidad, que no quiere recordar. La cena continua de manera distendida, hay una evidente conexión entre los cuatro. Ya en la sobre mesa, la madre se levanta, es tarde, y se retira a la otra cabaña a dormir. Le digo que al día siguiente me tiene que contar esa historia que no quiere recordar… se ríe…
Pasaríamos de una simple parada y fonda… a tres días en los que compartimos historias, inquietudes, risas, alguna lágrima… y la magia de esas conexiones que ocurren rara vez entre ciertas personas en la vida.
Viajar en solitario en muchas ocasiones no es fácil. Te sumerges en el yan de la vida “normal”, y los extremos siempre te sacan de la “zona de confort”. Pero cada uno de esos momentos mágicos que vives, hacen que lo menos bueno del viaje, la soledad, los accidentes, el miedo, las inclemencias, los problemas con las autoridades, simplemente sean residuos de viaje.
La madre de Maryam viene de una familia de políticos de alto rango Iraní. Su abuelo y su bisabuelo fueron ministros antes de la revolución. La caída de la “dinastía” Reza Pahlaví la cogió estudiando en una importante universidad americana, con Maryam dando sus primeros pasos. Tuvo que dejarlo todo y volver a Tehran. Las cosas han cambiado mucho desde entonces…
Hay un taxi esperando a Mosh dentro de la finca. Antes de que el taxista nos pueda ver, nos despedimos con un sentido abrazo. Maryam y su madre llevan una camiseta de tirantes, y están abrazando a un hombre no musulmán que no es su marido. Aunque Gilan es una de las zonas más “abiertas” de Iran, este tipo de comportamientos podrían causarles un problema.
La siguiente parada es Tehran. Me alojo en el otrora llamado Hilton. Tiene excelentes vistas sobre los 18-20 millones que pululan por la ciudad. Según veo en fotos, ha sido alojamiento de Vladimir, de Hugo…glamour de izquierdas. Hace calor. En los 3 días que paso visito el museo de historia dedicando fundamentalmente a Persépolis, situada cerca de la ciudad de Shiraz. El Gran Bazaar, con su correr de carretillas. El Palacio de Golestán y la embajada Turkmena, ya que tengo que recoger la visa de tránsito que había solicitado en Ankara.
El metro, aunque a veces apretujado, es el mejor medio de transporte. No solo porque arriba de la superficie apriete el calor, sino porque es una excelente manera de ver el día a día de la gente corriente de una ciudad. Cuando viajo con Mosh, como rebelde que es, propone que viajamos siempre en el compartimento de mujeres cuando el de hombres está a rebosar. Afortunadamente casi siempre nos acompaña alguien más del género masculino, lo que me hace no ser el centro exclusivo de las miradas chungas de los hombres apretujados al otro lado de la mampara de cristal que nos separa. Nunca sabré si las miradas son por viajar con las mujeres, por la envidia de no viajar apretujado, o por las 2 cosas.
Casi siempre funciona, nadie nos dice nada, hasta que pasa. Un agente armado nos pide a los hombres en uno de los viajes, salir del vagón femenino y meternos en el nuestro. Cuando la puerta está a punto de cerrarse me mira y me hace un gesto de complicidad. Un gesto que significa entre gracias por obedecer, y así son las reglas, que le vamos a hacer… le sonrío.
Como se puede ver en las fotografías, se suceden imágenes muy curiosas, que me llevaría más de 1.000 palabras contar.
El taxi no es el medio, no suelen poner el aire acondicionado y el tráfico es insoportable. Pero a veces te encuentras sorpresas, como la de de un taxista iraní enamorado de Julito Iglesias… y te vienen aires de la mágica actuación con Charles Aznavour:
http://www.youtube.com/watch?v=bw0-CTA0RLg
Irán es un país donde se aplica con bastante rigor la ley islámica. Las mujeres se llevan la peor parte de esto. La vida sin un hombre es legalmente difícil para muchas cosas. Tienen que llevar el Niqab, o el Chador – Literalmente la tienda de campaña, hay que tener mala leche -, esta prohibido beber bebidas alcohólicas, el contacto con personas del sexo opuesto esta restringido al matrimonio… pero las cosas están mejorando. Optimismo al poder. Las mujeres se maquillan, llevan las uñas pintadas… hace 10 años eso era impensable.
En ciertas facetas esto de la coquetería lo llevan al extremo. Irán es sin lugar a duda el país con más mujeres operadas de rinoplastia del mundo. Las persas tienen ojos bonitos, pero lo de las narices, es otra historia…