IRAN (Tercera parte)

Pasamos de la playa a la montaña, de la excepcionalmente –de excepción- limpia playa del Caspio, a las inexploradas montañas de Kalebh Navi. Estas son conocidas por contar con las tumbas de tres importantes religiosos, uno de ellos cristiano, y por encontrarse cerca de ellas un cementerio con 8.000 años de antigüedad. Las tumbas están señaladas bien por unas piedras faliformes, o por otras con forma de senos.

El paisaje desde la montaña se extiende hacia el norte, hacia la frontera con Turkmenistán, sita a unos 40 kilómetros. El paisaje es desolado, pero de una excepcional belleza. Kilómetros de montañas redondeadas por el tiempo, han dado lugar a un campo de rugosidades de diferentes tonos marrones, que bien valdrían un patrimonio de la humanidad. En primavera, lo se por las fotos que me han enseñado, es un tapiz verde, regresaré algún día a verlo…

 

Dormimos en casa de una familia local. Han preparado dos acogedoras habitaciones para el turismo. Esto significa, limpieza, buenas alfombras y unos cojines, no necesitamos más. Son de origen turkmeno. Los niños todavía pequeños, entienden aunque no hablan todavía Farsi. Lo aprenderán en la escuela.

 

Comemos lo mismo que la familia. Pollo con arroz, pan, leche con pepino, una especie de empanadilla con carne de cordero, miel… todo es criado o producido en su casa. Permanecemos tres días. Nos levantamos pronto para ir a ver amanecer a Kaleb Navi. Dormimos, comemos, vemos alguna peli -Sin Perdón y El Pianista -, subimos a la montaña a ver los atardeceres y darle al orujo iraní… incluso vamos a una boda en una aldea próxima… así pasamos los días hasta que toca despedirse… llega el momento de continuar el viaje… toca desapegarse de quienes te han querido y cuidado.

 

La frontera Oeste de Irán y Turkmenistán está a unos 120 kilómetros de donde nos alojamos. Como en todo el periplo Iraní, hace calor, es Agosto. Pero todo es susceptible de empeorar. Turkmenistán será más caliente, y la cima del termómetro la encontraré en Bukhara, Uzbekistán. No solo llevo puesto un equipo completo de moto, un casco y las botas. Mi moto tiene 2 cilindros boxer, esto es, horizontales al suelo. Sobresalen de la moto unos 40 centímetros por sus laterales, lo suficiente para aumentar unos grados la temperatura de los siempre castigados pies. Lo mismo me pasa con el radiador de la moto. Situado debajo del faro, aumenta algunos grados la sensación térmica total.

 

Tras comer los tres unas deliciosas tortillas en la frontera, nos despedimos, Mosh llora, Arash se despide con un: “See ya in India Bro!”.

 

Los agentes iranís me piden que saque mi portátil y mi cámara de fotos para ser inspeccionados. Tras esperar 30 minutos, sale un funcionario de una habitación en cuya puerta luce el cartel de “oficina presidencial”. Se me invita a entrar. Me descalzo como es costumbre y me siento en la silla. Soy preguntado por las características de mi viaje en Irán, que discurre tal y como os he contado, hasta el final en Kalebh Navi. Donde las tumbas con palos encima le digo. No es cuestión de nombrar la palabra falo, pene o polla delante de la autoridad. El agente guarda silencio durante mi monólogo hasta que nombro mi última ubicación. Entonces responde que ahí hay enterrados infieles y que por eso les ha clavado un palo… me río para dentro… como el perro pulgoso.

 

Antes de salir de la frontera, me para el agente de la última valla, el que comprueba que no sales del país sin el sello correspondiente. Kalashnikov en mano, señala mi ostensible cámara en el casco, y empieza a soltar una retaila que evidentemente no entiendo. Esta nerviosete. Le digo que está apagada. Vienen otros guardias, llaman por sus celulares. La hospitalidad Iraní sale a reducir. Hace calor, y mientras espero el resultado de esas llamadas, me ofrecen agua. Les digo que ya he hablado con el espía, que le llamen. Me preocupa que dentro de la frontera había grabado una situación cómica entre un agente y un turkmeno, pero que puede ser considerada ilegal, o cosas peores, por haberla realizado dentro del recinto fronterizo… finalmente me deja proseguir…

 

Guardia de fronteras solitarias a sueldo de regímenes. Aislamiento, miedo, poder… que poco me gustáis.

 

La frontera Turkmena es bastante burrocrática. Todo se hace a boli, apuntado en gordos cuadernos, como ocurre en toda Asia Central. Como todo país con tintes dictatoriales, nadie se fía de nadie. Los procedimientos y la información recogida se duplica o triplica. Por lo general toda frontera tiene un apartado de inmigración y otro de aduanas. Aquí hay otros 2 al menos y la sangría antes de salir de la frontera suma un total de 100 euros. Incluidos unos 15 euros muy bien invertidos en el seguro. Es precisamente la persona aparentemente más inofensiva, la que hace los seguros, la que me “interroga” de manera casual pero certera a cerca de mis intenciones en su país. Tengo una visa de tránsito, aquella que se te proporciona por un tiempo muy limitado para poder cruzar un país siempre que tengas las visas del país de origen y destino del tránsito. Turkmenistán da 5 días. De aquí toca salir pitando en 4 días, no vaya a ser que el quinto tenga un problema y me toque estrenarme con la justicia en este viaje.

 

Como particularidad, Turkmenistan señala en la visa de entrada los pasos fronterizos por los que debes entrar y salir. Además, en la frontera, señalas en uno de los documentos que te hacen rellenar, el itinerario que vas a seguir en el periplo turkmeno, pintando sobre un mapa la ruta a seguir. Si te sales, quien sabe, probablemente problemas. Desde una multa, a unos días en la comisaría hasta que se percaten si eres o no un espía, una mala persona, o las dos cosas.

 

Turkmenistán daría para mucho que contar, es un país curioso. Yo siempre lo describo como una Corea del Norte con algo de Marketing Mediterráneo. Es decir, en muchos aspectos surrealista. Pero no me apetece hablar de él, hay cosas más interesantes de las que hablar.

 

Tras mi paso por la corrupta Uzbekistan, que por paisajes –a excepción de Bukhara – e indecencia policial no merece ser citada, llegaré a Tayikistán, el origen del Pamir. El tránsito por la Pamir Highway será lo próximo. Una “carretera” que en gran parte del recorrido pierde su nombre, construida por los rusos a principios del XX durante el llamado “Gran Juego”, que discurre principalmente por el GBAO – Gorno-Badakhshan Autonomous Region – una región autónoma dentro de Tayikistán, y Kyrgystan. De los más de 1.000 kms que recorreré por ella, unos 400 kms discurren paralelos a la frontera Afgana, solo separados por el Panj, potente y bella delimitación en forma de río. La también llamada M41 es fuera de dudas una de las más impresionantes rutas terrestres del mundo, ya lo comprobó Marco Polo en su periplo a oriente. Pero de todo esto, ya hablaremos…

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