IRAN (Primera parte)

Como en casi toda frontera que he pasado, las anécdotas se suceden.

Me encuentro con un compatriota motero que lleva 2 días acampado en la frontera, intentando acceder sin Carnet du passages. Ya está brujuleando en como llegar a Samarkanda sin pasar por Irán. La vía es Georgia, Armenia, cruzar el Caspio y Turkmenistan.

Un fulano que yo creo que es funcionario, me coge los papeles y me lleva de tour por las instalaciones de la frontera. Mi documentación va pasando por diferentes funcionarios, que la miran, firman o sellan según corresponda. En 30 minutos estoy fuera. Mi relación con el fulano empezó porque le pregunté donde podía sacarme un seguro para la moto. A la respuesta de “Dont worry my friend”, siguió el “come with me” y lo ya contado.

 

Cuando toca el momento seguro, me dice que en Irán las motos tienen que sacárselo mínimo por un año, que son 120 dólares, y que le acompañe. Yo le digo que eso no tiene ningún sentido, y que lo deje, que paso de seguro. Pero el tío sale disparado de la frontera con toda mi documentación, coge un taxi y me pide que le siga. Empezamos bien. Cojo la moto y le sigo hasta unas oficinas de una compañía de seguros, donde, cuando llego, ya ha entregado mi documentación al responsable. Le vuelvo a preguntar al fulano, ya que el responsable de la oficina no habla inglés, si puedo sacarme el seguro por 15 días o un mes, y me insiste que no. Le pido que me devuelva la documentación. Cuando la tengo y me dispongo a irme, me dice que le tengo que pagar 100 dólares por los trámites aduaneros. Le digo que nanai. Empieza a vociferar y a gesticular como un poseso, a llamar a gente que me empieza a rodear –sin actitud violenta, como pidiendo que le diera el dinero al chaval – hablando en farsi… al final la cosa queda en 10 dólares, no vaya a ser que el sujeto llame a algún policía y me pare sin el seguro. 300 metros mas adelante, saco el seguro, y me como 3 trozos de cordero del empleado de la oficina, por 15 dólares.

 

Tras unos 300 kilómetros llego a Tabriz, primera ciudad importante tras la frontera Turca, y famosa por su bazar, el más antiguo de Irán. Allí me encuentro con Mosh, que me acompañará por todo mi periplo Iraní. En un principio Mosh me iba a acompañar en la moto, pero los países donde se aplica de manera estricta la ley Islámica, una mujer musulmana no puede tocar a uno de otra religión si no están casados, y lo de tocar a un musulmán, con cuidadín!. Y en la moto, lo de viajar sin tocarse, complicado. Ella viajará en Taxi o en coches compartidos, modalidad muy frecuente en países superpoblados en vías de desarrollo… porque lo de casarme, todavía no toca…

 

Al día siguiente nos viene a buscar Ibrah, amigo de Arash, del que os hablaré más adelante.

 

Ibrah no habla ni papa de inglés, pero es más majo que el carajo, y se enrolla muy bien con sus compatriotas. Lo primero que hacemos nada más levantarnos es ir a tener un desayuno “típico local”. Entramos en un localito a pié de calle, porque eso ni era bar ni ná, de unos 12 metros cuadrados, donde desayunamos pierna con pierna, y brazo con brazo, sentados, seis personas, Ibrah, Mosh, otros 3 que no se conocen entre ellos, y yo. Otras 6 son atendidos por el tendero, que no solo vende sus productos para consumo en el local, sino que también los vende para llevar. El desayuno se basa en: Té, Miel –directamente te ponen en un platito un trozo de panal, una crema de queso y una torta de pan. Ala, a trincar…

 

En los países musulmanes, la gente se enrolla fácilmente. Ibrah departe con uno de ellos como si se conocieran de toda la vida. El fulano me da la bienvenida a su país, como no puede ser de otra manera. Los otros 2 fulanos son un poco gorkis, tendrán unos 60 años. Uno me mira a mi y a Mosh con cara rara, entre haber visto un marciano, y vais a tener problemas, pero es su cara, que es así de chunga. El otro está a lo suyo, pan, queso, miel, y pa dentro. Sorbito de té…

 

Acto seguido, vamos a un salón de té, de los auténticos, de los del té a 10 ctms de €,

de locals locals. Menos mal que el té viene hervido, porque la cocina tiene un poco de trasiego, a parte de ser de la época de Dario, de hecho, el té lo calientan con ascuas de madera. Tradicionalmente en Irán el azúcar no se echa en el té. Los terrones son bastante consistentes, y para endulzar el té, directamente meten el azúcar en la boca, lo ponen entre los labios, y lo usan como filtro edulcorado para el paso del café hacia el gaznate. Cuando el té esta muy caliente y quieren beber rápido, lo echan en el platito y de ahí lo beben.

 

Nos dirigimos a casa de Ibrah, hacia el norte de Tabriz, hacia las montañas, debajo de la zona de Nagorno Karavakh. Yo en moto y ellos 2 en coche. Yo chequeo constantemente el dispositivo vía satélite que llevo. Mi respeto por lo Iraní permanece en mi subconsciente, en mi consciente y en mi inconsciente… me dirijo a casa de un fulano que he conocido hace 2 horas, eso si, majete, con una chica que he conocido personalmente hace 18… y ellos según me dicen, no se conocían de antes, aunque como todos los iraníes de bien, en cinco minutos parecen amigos de toda la vida.

 

El dispositivo GPS funciona, el Black Hawk que me rescate, ya tiene donde echar la cuerda…

 

Ibrah, según me traducen, es gestor de construcciones, vive en un pueblo de casas de adobe, la suya especialmente grande y construida en cemento, con su mujer y dos hijas. Una vez con la familia, todas mis inquietudes se disipan. La mujer además de ser ama de casa, se dedica al milenario oficio de la confección de alfombras. Nudo a nudo, tarda unos 6 meses en hacer cada una. Si la venden de manera local, lo harán por unos 150 euros. Yo le digo que en España se puede vender por más de 3.000 €. Me dice que vamos al 50% en las ganancias.

 

Con Ibrah, visitaremos las montañas, comeremos y desayunaremos en su mesa, o como es tradición en Irán, en su alfombra, porque lo haremos en el suelo. Dormiré en un futón en el suelo del salón en su compañía, mientras las mujeres lo hacen en otra habitación… y todo con una naturalidad, un respeto y un acogimiento, que no te esperas al abordar situaciones de este tipo con gente desconocida.

Además de compartir tiempo con sus hijas y su mujer, visitaremos a su familia política, que si vive en una casa de adobe, donde como haré al menos en otras 2 ocasiones, beberé leche de sus vacas. Pienso, del estomago terminaré mal, pero de los huesos de aquí me voy fenómeno. Y todo con las traducciones de Mosh, que aunque lo tiene poco engrasado, habla inglés con la suficiente fluidez para comunicarnos.

 

A Mosh, como a otra gente en este viaje, la conocí a través de una conocida web de alojamiento particular. De gente que a cambio de nada, te abre las puertas de sus casas… en Irán me ofrecieron 20 personas alojamiento, en diferentes partes del país. Con Mosh, lo que en un principio iba a ser alojarme en Teheran, se convirtió en un viaje juntos por el país, visitando sitios donde sus amigos, o amigos de sus amigos, o amigos de amigos de sus amigos, tenían casa… y esa es la historia que os voy a contar…

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