PAKISTAN – Hunza –

El grupo de motoandantes que rodaríamos por el norte de Pakistán, lo compondríamos, 2 pakistaníes, 3 americanos, 1 pakistaní nacionalizado americano, 3 australianos y yo.

 

La primera parada sería el precioso pueblo de Karimabad, también llamado Hunza. Capital del Valle de Hunza, situado a la vera del río del mismo nombre.

 

Aquí visitamos una de las escuelas apadrinadas por la fundación Aga Khan. Es una escuela de niñas. Al igual que ocurre en la India, Nepal o Birmania, todas van uniformadas. Es una escuela elitista, aunque no hace falta ser de la élite para acudir a ella. Simplemente son seleccionadas las que obtienen mejores calificaciones en el proceso de acceso. Quien no puede pagar la totalidad o parte del coste de la escolarización, son becadas por la fundación. Hay una residencia para las niñas que viven alejadas de la escuela.

 

Los pasillos están llenos de carteles que aluden a la superación, al esfuerzo, valores… Se percibe una sólida predisposición hacia hacer bien las cosas.

 

La directora del colegio nos va enseñando las diferentes estancias e instalaciones con las que cuentan. Las clases, la biblioteca, las habitaciones donde se alojan. La visita termina con una invitación a un aperitivo a modo de té, patatas fritas, galletas… como terminarían todas las visitas programadas a proyectos de la fundación, sentados en una mesa comiendo…

 

De aquí me llevé muchas cosas y una frase: “Quien educa un hombre educa una persona, quien educa a una mujer, educa a una familia”.

 

Visitaríamos un taller para mujeres, que aprenden el arte de trabajar la madera y comeríamos en un antiguo castillo con los miembros de la fundación.

 

Y que decir de la comida Pakistaní!. Probablemente la suerte me acompañó, pero de momento es el país donde mejor he comido. Y lo hice en todo tipo de chiringuito. Comida tras comida, plato tras plato, marido paisajes y gentes, con aromas de currys, ensaladas, asados…

 

Desde Hunza, tomaríamos rumbo Este hacia Skardú, siguiendo el curso del río Indo, a través de una carretera estrecha en mal estado. Constantemente se esquivan camiones, sorteos en pasos estrechos con el Indo saludando 200 metros más abajo…

 

Tras unos 120 Kms y 8 horas, adentrándonos en el Karakorum, la llegada a Skardu, me transporta a documentales de Al filo de lo Imposible, de una España pura, de superación y corazones blancos. Skardu es la última población importante antes de aquellos que quieren aventurarse en expediciones hacia el glaciar Baltoro y el K2. Algunas fotos en hoteles recuerdan la cercanía de la montaña más amada y odiada por escaladores junto con el Anapurna No las calles. A diferencia de lo que ocurre con Pokhara, Kathmandú o Leh, aquí no hay tiendas que vendan equipamiento de montaña o un simple souvenir. Aquí el turismo hace mucho que no llega. Se quedó olvidado por las guerras de Afganistán y su influencia en el país.

 

Pakistán, o mejor dicho, algunas zonas de Pakistan, básicamente la zona de Lahore a Islamabad y la KKH hacia el Este, son zonas seguras. En los últimos años ha habido incidentes. Unos montañeros asesinados en el Nangha Parbhat y asesinatos puntuales por motivos religiosos –Entre Chiies y Shuíes -. Nada que no ocurra en muchos países aparentemente más seguros. Mucho menos grave que acontecimientos que ocurren en el país con más turistas del mundo.

 

En Skardú visitamos un invernadero creado para el autoabastecimiento de familias. Cultivan lo que comen y venden los excedentes. Parte del dinero obtenido en lo que venden va a la fundación. Llevan sus propios libros de “contabilidad”, que son revisados periódicamente por miembros de la fundación. Aquí a nadie se le pasa por la cabeza mentir respecto a lo que cultiva o vende. Igual que los padres que no tienen recursos para pagar escuelas y sus hijos son becados por la fundación. En estos países no existe la declaración de la renta para la mayoría de sus ciudadanos. En estas poblaciones se cree en la palabra y el honor.

 

Visitaríamos una pequeña central hidroeléctrica y nuevos canales de agua, mejorados con una inversión de más de 18 millones de dólares, también con la ayuda de USAID.

 

Nos desplazamos en varios Toyotas Land Cruiser, muy de peli de espías en esta zona del mundo. Más aún cuando saco mi 300 mm por la ventanilla.

 

De Skardú a Deosai, un precioso altiplano de más de 4.000 metros. Por el camino, la pasadilla de todo conductor de vehículos, especialmente si uno no tiene techo y va sobre 2 ruedas. Una piedra de más de 70 kilos cae por la ladera izquierda de la montaña… yyyyy…. bang….golpea mi moto… mierda de cabra!

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